En estas páginas he platicado varias veces sobre cuál es la acción de viajar. Para mí, puede ser un verbo en tres tiempos: cuando lo imaginamos o planeamos, cuando lo hacemos y cuando continuamente lo recordamos.

El pasado jueves asistí a la presentación de un libro; me invitaron mis amigos de “La Lattice”, una cafetería-librería-restaurante, un centro cultural nuevo en la ciudad de Puebla, el cual intentan hacer parte de la nueva experiencia que tendrá la ciudad. Carlos y Manuel, grandes amigos, siempre se han dedicado a contribuir y a generar una mayor experiencia en calidad de vida en todo lo que hacen, y me hicieron la invitación para poder acompañarlos a presentar un libro de viajes. Como es lo que más me gusta hacer, les dije que sí.

No tenía el gusto de conocer al escritor y les solicité más información sobre él.

A través de otro amigo, José Andrés, me dijo que si quería ir a la presentación de un libro, sin saber que era el mismo evento, con la diferencia que en una invitación estaría como presentador y en la otra, sería parte de los espectadores. José Andrés me prestó el libro para que lo viera y, en ese momento, descubrí toda una imaginación puesta en valor.

Ahí conocí a Tomás Rubio Jiménez, en un libro que no solamente redacta su pensamiento, su forma de vivir, sus ganas de hacer las cosas distintas a lo cotidiano, sino también mostrarlas. Es un libro de viajes en el que la fotografía es la protagonista, donde -con textos muy esperanzadores- habla sobre la nueva realidad de los viajes y muestra fotografías que nos hacen querer estar ahí, disfrutando de esas maravillosas vistas. 

Él también tiene un reconocimiento especial a Puebla, la ciudad de donde viene. Ahí, con fotografías tomadas en la madrugada, muestra a los volcanes: los eternos custodios del valle de Puebla, así como también al Centro Histórico, con una catedral majestuosa, y las principales avenidas; todo esto en una forma de querer mostrar, homenajear y querer ir hacia un mundo lleno de esperanza.