Ana, de 30 años de edad, invita a las nuevas generaciones a continuar la tradición de las ofrendas porque amén de ser coloridas y una forma de recordar a quienes ya no están, dan ayuda a los vivos.
VERÓNICA DE LA LUZ
Desde que Ana era una bebé, ya estaba en los sembradíos de cempasúchil. Ahora, sus hijos también crecen en esos plantíos de Santa Isabel Cholula, recostados en una colchoneta, a un lado del campo color naranja que regalan las flores.
El 28 de octubre, previo al Día de Muertos en Puebla, México, Ana y su familia se regalan unos minutos de descanso, contemplando el atardecer, con el brillo del sol impactando al volcán Popocatépetl: su vecino de toda la vida.
Los últimos días de octubre son los de mayor trabajo para quienes se dedican a la siembra de cempasúchil, pues es tiempo de la cosecha y venta. No obstante, su labor comienza desde agosto, mes en el que comienza la plantación.
Por eso, en pleno 28 de octubre, después de haberse despertado a las 5 de la mañana a cortar flores para la venta, toman un descanso, disfrutando de ese olor fuerte e incomparable, que desprende el cempasúchil.
Campesina todo el año
Tomando en cuenta que, en México, el cempasúchil solo se utiliza en las ofrendas y decoraciones por el Día de Muertos y fechas cercanas (28 de octubre al 2 de noviembre) sería prácticamente imposible que Ana, sus 4 hijos, su esposo y el resto de la familia dedicada al campo, sobrevivieran todo el año con sus ganancias de esta variedad.
Por ello, en otros meses también siembran flores de diversas especies y legumbres, aprovechando el clima cálido que tienen. Viven muy cerca de Atlixco.
Ana no tiene registro de la generación familiar que comenzó a sembrar el cempasúchil, aunque sus costumbres y tradiciones le dicen que cada año debe dedicar una parte de sus predios a esta flor, como lo hicieron sus antepasados.
El precio fluctúa
Este año 2023, Ana sembró una hectárea de la flor naranja. Pacientemente, la vende en el Ejido Xaltepec, al pie del lugar donde la cultiva. También la lleva al mercado de Santa Ana Acozautla, donde los productores y productoras se han unido para vender sus flores u hortalizas, y evitar el intermediarismo.
Por flores que han alcanzado para 4 floreros, la cuñada de Ana cobra 40 pesos -en el ejido-. No obstante, en la ciudad se dispara el costo, por el traslado, la labor de venta en mercados y la ganancia de intermediarios.
De hecho, Ana comenta que el precio que da el productor puede variar, únicamente de acuerdo a la demanda. Ya ni hablar si hubiese daños al cultivo por el clima, inseguridad u otros factores que producen inflación.
El viaje al lugar (a más de 29 km del Centro Histórico de Puebla) vale la pena, no solo por el ahorro en el precio del producto, sino por la experiencia y los wallpapers (fondos de pantalla) naturales que regalan este campo y el volcán de fondo. Quedan en la memoria.
Orgullo mexicano
Ana, de 30 años de edad, responde pacientemente a las preguntas de VERÍDICO PUEBLA. Invita a las nuevas generaciones a continuar la tradición de las ofrendas porque amén de ser coloridas y una forma de recordar a quienes ya no están, dan ayuda a los vivos, es decir, a los productores y productoras de cempasúchil, de frutos, de velas, de mole, de agua, entre otros insumos.
El Horno de Pan Antiguo El Carmen produce panes tradicionales, pero también apuesta por los nuevos productos y las tendencias.
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