4 de cada 10 mujeres de San Gabriel Chilac, de 12 años y más, se dedican al sector manufactura, dentro del que se encuentran las actividades textiles
VERÓNICA DE LA LUZ
Al sureste de Puebla hay un municipio con intenso calor y calles silenciosas. Para llegar a él, debes pasar por una carretera con miles de cactáceas. Cuando cae la tarde, parece que la vida ha terminado, pero en realidad, decenas de personas inician su verdadero trabajo, que es dibujar, cortar o bordar alguno de los textiles que caracterizan a San Gabriel Chilac.
Este trabajo no se hace en fábricas u oficinas, sino en una silla de plástico y una mesa de madera, a un costado de la estufa, de la cama o en el patio de domicilios particulares. Son decenas de mujeres –más recientemente también hombres- que, por gusto, por tradición o por necesidad, continúan la vocación artesanal de esta zona poblana.
Actualmente, las actividades económicas se han diversificado, no obstante, el 40 por ciento de las mujeres de 12 años y más, con una ocupación laboral, están dentro del sector secundario, en el que se encuentra la manufactura y la industria textil. Esto, de acuerdo al Inegi.
Para quienes se dedican a la elaboración de textiles en San Gabriel Chilac, no es mal visto carecer de seguridad social, de un patrón y de prestaciones laborales. Basta con tener ingresos cada vez que se puede, para sobrevivir.
En este municipio, desde la etapa de niñez se apoya a la familia, aprendiendo a coser. Además, todos tienen que colaborar cuando no hay un trabajo fijo.
Lamentablemente, en éste como en otros casos, ni las condiciones laborales ni el esfuerzo físico que significa para artesanas y artesanos, valen para los potenciales clientes, quienes piden rebajas en su trabajo, como no lo hacen en centros comerciales ni en artículos de lujo.
Por tanto, las condiciones laborales de las personas de la industria de la indumentaria también implican que, por la informalidad, la venta de las prendas se haga sin formalidad, y a intermediarios, personas que compran los textiles a bajo precio y los revenden a un alto costo, impidiendo un pago justo a quienes los manufacturan.
Las personas de este municipio conocen de casos en los que sus diseños se venden en otras ciudades, a un importante sobrecosto, respecto al precio que ellas los vendieron a quienes llegaron hasta sus viviendas para adquirir las piezas directamente.
Por ahora, no tienen otra opción que aceptar esa forma de compra-venta, pues no hay alguna política pública que las beneficie para hacer sus transacciones comerciales de manera formal, y sin abusos.